Sin embargo, ha sido desmantelada sistemáticamente la negociación colectiva; los sindicatos procuran conservar lo que les queda de sus beneficios, buena parte de los cuales provienen de pactos celebrados a lo largo de los 40 años antes de esta “revolución”. En el Ministerio del Trabajo no hay ni rastro de datos creíbles sobre la evolución de los salarios, ni de las tendencias de la negociación colectiva.
La “revolución bolivariana” siempre ha enmarcado a los trabajadores como uno de sus principales enemigos, llegándose hasta la expropiación de las casas sindicales como forma de represión por sus actividades inherentes. Intentó quebrar al sindicalismo y como no lo logró, inventó la creación de una central sindical afecta a ellos y desprovista de independencia y autonomía. Sumándole que el Ministerio del Trabajo no publica datos creíbles sobre la evolución de los salarios ni de las tendencias de la negociación colectiva.
El CNE mantiene secuestradas las elecciones sindicales, logrando así “inhabilitar” a los dirigentes para que no puedan negociar las convenciones colectivas.
Maduro siguió la misma política económica de Chávez, desde que inició su gobierno hasta febrero de 2019; ha ajustado el salario mínimo y el bono de alimentación 26 veces. Al igual que ocurrió durante el gobierno de Chávez, estos aumentos han sido por capricho, obviando así el tripartismo que debe darse en estos decretos.
A su vez, Maduro anunció el “Programa De Recuperación, Crecimiento Y Prosperidad Económica”, marco en el cual creó un nuevo cono monetario y fijó el salario mínimo en un monto que igualó las remuneraciones de casi todos los venezolanos y redujo a ínfimos inaceptables cualquier referencia a méritos, rendimiento o experiencia, llevándose por delante cualquier noción de progresividad e intangibilidad de los beneficios laborales.
Es así como la “revolución bolivariana” logró eliminar los convenios colectivos y pulverizó el trabajo.